Sí, me dirijo a ti.
Que de lejos pareces inofensivo, pero solo lo pareces. Sin saber por qué, atraes, trasmites curiosidad, invitas a observarte, acercarte. A querer tenerte.
Pero de repente, dejas ver que “ojito contigo”. Que puedes dañar. Y es que, el que avisa no es traidor.
Y aunque nos demos cuenta de qué pie cojeas, para allá vamos directos. A tocar tus “pinchos”. ¿A que no lo entiendes? Pues así somos, mejor no entenderlo.
Ya he calado tu juego, ese de dejar huella. Y ojo que no se te da nada mal. Y es que al final, todos hemos tenido, tenemos o tendremos un cactus en nuestra vida.